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PRESENTACION El Desenfado de la Línea Por Carlos Espartaco Miembro de la Asociación Internacional De Críticos de Arte (Sección Argentina) Hace muchos años que conozco a Ricardo Blanqué Llobet. Me pareció que lo había perdido de vista, pero me equivoque. De alguna manera, emitió sus señales y decidió mostrarme sus trabajos. De inmediato, frente a ese primer contacto con su tarea, comprobé que sus dibujos son el hilo conductor que caracteriza su conducta artística. Cuerpo y Línea celebran el desenfado y se conjugan en dibujo. De la somatización de las trazas, desde el Mediterráneo, desde otro lugar cargado de ozono, el aire convoca piruetas, y la memoria celebra la danza del duende, tan cara al artista. Con esta pequeña presentación de sus obras, que pueden contarse por miles, se intenta resumir el goce de décadas de trabajo en torno de la invocación del rasgo. Si pensamos que Blanqué Llobet emplea unos pocos minutos para poner en escena estas arquitecturas lineales que operan en función de la constitución de una reunión de trazos y grafías tan intencionales en la observación de cierto grado de la realidad, y que no desprecian nada de lo que sucede en el drama del sujeto humano y su entorno: desde las celebraciones infantiles hasta la denuncia de las represiones de todo tipo y el consecuente pedido de la libertad. Entonces comprobamos que su muestrario dibujístico esta destinado a la totalidad vivida. De la producción mas secreta e íntima, pasamos a hablar del estatuto público en sus dibujos. En realidad, si uno los va deslizando entre las manos, no podrá distinguir entre estudios preparatorios y realizaciones definitivas. Debemos destacar que los dibujos no intentan ser un inventario de un material en el que subyace un diálogo de trazas y trazos. Por otra parte no son reliquias, es material operativo que tiene sus complicaciones emocionales y de valor humano. Como si fueran una especie de anotaciones de sus “excursiones” mas íntimas y otras no tanto. Pero también decimos que los dibujos seleccionados son los referentes donde se inspiran continuamente las ofrendas de su memoria. Si procediéramos con mas naturalidad, tendríamos que preguntarle qué valor tienen para él estos dibujos. Dibujos hechos a pluma y mano alzada, convocadores del inconsciente, de lo inesperado, del azar. Estos trazos, que no eluden la caligrafía, conforman el dibujo sin trucos, son auténticos “pentimentos”, al verlos confirmamos la simultaneidad de aquello que se ve y que al mismo tiempo, es un momento mágico. Además, la importancia que Blanqué Llobet le otorga al dibujo crece permanentemente. Porque le sirve para configurar todo lo que se mueve alrededor de sí mismo. Es decir, que obtiene naturalmente productos insospechados, y si hubiera reflexionado sobre ellos, probablemente serían inaprensibles, lo que es debido al manejo de un código secreto. De ahí que no podamos hablar de una manipulación técnica. El dibujo es un producto espiritual, que se presenta como signo de energía y adviene directamente de la vitalidad del cuerpo, no confundir con inquietud. De esta manera, el dibujo toma el aspecto físico de la gestualidad. A otro nivel, entre la represión y la libertad se elevan otros símbolos. El ejercicio continuado de Blanqué Llobet con la línea, sumado al juego de la memoria, es una prueba el dibujante analiza el retorno de su mensaje. De los juegos infantiles a las sorpresas represivas de una sociedad y la apelación al duende, siguen los deseos de la libertad. No es esto lo mas parecido a una “crucifixión”, en el sentido que es el máximo de abstracción para un artista, pero al mismo tiempo tiene el riesgo de intrapolarse a la retórica. Si se supera el “vía crucis”, todo esto puede llegar a transformarse en una situación mágica. En los trabajos de Blanqué Llobet no hay ninguna citación directa. Son inventivos, riesgosos, lineales. El artista carece de tiempo para fijar imágenes que sobreviven a los libros. Prefiere mirar al mundo desde su inherencia mediterránea. Dibujar para el, es un modo cotidiano de buscar. Mejor aún, de desdoblar la realidad y metamorfosearla. Es un producto de sus incansables manos, que nunca se detienen buscando “El Desenfado de la Línea”.
- Ricardo Blanqué Llobet (C) 1985 -